Aquellos que desconocen el mundo de los Nothofagus están privados de una parte significativa de nuestra historia natural. Este grupo de árboles, que se compone de 10 especies en nuestro país, cuenta una fascinante historia migratoria y evolutiva que ha capturado la curiosidad científica, y en la actualidad, vincula a los chilenos con la Antártica.
Los nothofagus o robles chilenos forman los bosques más hermosos del país, y su supervivencia ha estado marcada por grandes desafíos. No obstante, la intervención humana ha llevado a algunos de ellos al límite de su supervivencia, como es el caso del ruil, un auténtico fósil viviente que corre peligro de desaparecer si no actuamos para protegerlo.
Los árboles Nothofagus, conocidos popularmente como robles, ruiles, coihues, lengas, ñirres, raulíes y hualos, son los que dominan el paisaje boscoso del sur de Sudamérica. Este género ha convivido con criaturas extintas como los dinosaurios y actualmente proveen refugio a una variedad de especies, desde el caracol negro hasta el majestuoso huemul. A lo largo de su historia, han sido testigos de grandes erupciones volcánicas y su capacidad de adaptarse a diversos ambientes ha intrigado a los investigadores.
Las Nothofagaceae, también conocidas como notofagáceas, constituyen una familia de árboles que se caracteriza por tener un único género denominado Nothofagus. El término "Nothofagus" fue acuñado en 1850 por Carl Ludwig Blume y proviene de las palabras latinas "nothus" (falso) y "fagus" (haya), lo que se traduce como "falsas hayas". Este nombre hace referencia al grupo de árboles europeos conocidos como hayas, que pertenecen al género Fagus. En la actualidad, el género contiene un total de 35 especies que se encuentran distribuidas en diversas regiones del hemisferio sur del planeta, incluyendo países como Chile, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Nueva Guinea y Nueva Caledonia. Estas especies ocupan diferentes rincones geográficos, separados por miles de kilómetros e incluso por océanos.
¿Cómo es posible que los Nothofagus hayan llegado a lugares tan distantes entre sí?
Esta misma pregunta fue planteada por el botánico inglés Joseph Dalton Hooker, quien lideró una expedición en 1839 junto a las tripulaciones de los barcos Erebus y Terror por la Antártica, Tierra del Fuego, Australia, Tasmania y Nueva Zelanda. Durante los cuatro años de exploración, recopiló información que más tarde plasmó en una serie de volúmenes para la obra "Flora Antarctica". En estos lugares y países, Hooker se encontró con los Nothofagus y otras especies, muchas de las cuales mostraban un origen común, a pesar de las inmensas distancias que los separaban. Esto llevó a Hooker a concebir la idea de "un continente más extenso y unido que el que existe actualmente en el océano", refiriéndose a zonas que en el pasado formaban una superficie continua, pero que luego quedaron sumergidas.
Más que aceptación, su hipótesis provocó controversia y fue rápidamente considerada como una idea extravagante. Incluso su buen amigo, el reconocido naturalista Charles Darwin, argumentó que la distribución de especies relacionadas se debía a largas migraciones desde el hemisferio norte. Sin embargo, con el paso de las décadas, varios filogenetistas han sostenido la teoría de una dispersión transoceánica de los Nothofagus.
Con el tiempo, se descubrió que la idea de Hooker no era tan inverosímil. En efecto, hace aproximadamente 200 millones de años, en el hemisferio sur del planeta, existía el supercontinente Gondwana, que se formó a partir de la fragmentación del megacontinente Pangea. Durante la era de los dinosaurios, Gondwana era un extenso bloque que conectaba Sudamérica, África, Australia, Zealandia, India, Madagascar y Antártica.
El origen de los Nothofagus tiene una conexión directa con el supercontinente Gondwana. Se cree que estos árboles se habrían desarrollado o diversificado en la península antártica hace aproximadamente 80 millones de años, y luego se habrían desplazado desde esa región hasta Sudamérica alrededor de 68 millones de años atrás.
Los Nothofagus son árboles milenarios y viajeros que hoy en día siguen adornando nuestro sur con su belleza. En el vivero VIPA reproducimos algunos de los más bellos, como el coihue, el roble chileno, el raulí y el ñirre. Cotiza tus ejemplares en nuestra página web o en nuestras redes sociales. Esperamos que hayas disfrutado la lectura, gracias por visitar nuestro blog!
Puedes conocer más sobre estos interesantes estudios en el siguiente link:
Comments